Medellín.
Plaza Mayor 11-12 nov.
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N=26
La Encuesta de Sostenibilidad durante FISE 2025 entrega una radiografía precisa del avance Ambiental, Social y de Gobernanza (ASG) en el sector eléctrico–energético. Los resultados muestran un escenario donde las energías renovables alcanzan un nivel de madurez significativo, mientras que la economía circular, la gestión de residuos y la integración de biodiversidad continúan en etapas tempranas de consolidación. La muestra, compuesta por fabricantes eléctricos, distribuidores, comercializadoras, empresas de ingeniería, proveedores de renovables, compañías metalmecánicas, gremios y certificadoras, permite una lectura transversal del ecosistema energético. Alrededor del 15% de encuestados provino de cargos directivos, y cerca del 75% de los participantes provino de áreas técnicas, operativas y comerciales, lo que imprime al análisis un enfoque centrado en factibilidad, costos operativos y oportunidades de negocio, posicionando la sostenibilidad como un componente práctico y no solamente normativo.

Esta diversidad institucional permite identificar tendencias sectoriales que superan visiones aisladas y reflejan cómo se integran los criterios ASG en distintas etapas del sistema energético. En energías renovables se observan prácticas consolidadas como la integración de sistemas fotovoltaicos y eólicos, el uso de soluciones de almacenamiento, la hibridación de fuentes y la medición inteligente. También se reportan avances en eficiencia energética y reducción de huella de carbono. Sin embargo, persiste una alta dependencia de tecnologías importadas y una baja estandarización de indicadores, lo que evidencia oportunidades para fortalecer la comparabilidad y el seguimiento técnico del desempeño energético.



En economía circular, el sector muestra progresos iniciales en disposición de residuos peligrosos, reutilización de aceites dieléctricos y repotenciación de equipos. No obstante, estas prácticas siguen siendo fragmentadas y aún no conforman un sistema circular integral. Las brechas más críticas se encuentran en la gestión de baterías y electrónicos, la ausencia de cadenas de valorización completas y la limitada trazabilidad de materiales. Esto subraya la necesidad de desarrollar capacidades en remanufactura, valorización de metales críticos y otros procesos avanzados, especialmente relevantes ante el crecimiento acelerado de las tecnologías de almacenamiento.
El estudio también evidencia avances en bioseguridad eléctrica mediante la instalación de aisladores, cubiertas y dispositivos de protección para fauna silvestre en redes de media tensión. Aun así, el sector carece de metodologías estandarizadas para medir el impacto real de estas intervenciones sobre la biodiversidad. Este aspecto, sumado al interés casi unánime por integrar criterios de conservación —25 de 26 participantes—, confirma la brecha entre la intención y la capacidad técnica para implementarla. Aquí surgen oportunidades para incorporar herramientas como bancos de hábitat, monitoreo estructurado de fauna y soluciones basadas en la naturaleza que fortalezcan el desempeño ASG y reduzcan riesgos operativos.



En materia de gobernanza, aunque se reportan certificaciones ISO, códigos de ética y reportes de sostenibilidad, la adopción de prácticas ASG sigue siendo heterogénea y poco articulada entre áreas técnicas, financieras y ambientales. Esta fragmentación limita la capacidad de diseñar estrategias integrales, así como la implementación de sistemas de seguimiento basados en métricas verificables.
El análisis también identifica sectores económicos externos con brechas críticas —construcción, metalmecánica, agroindustria, alimentos, automotriz, textil e hidrocarburos— reforzando la interdependencia entre infraestructura energética y los principales motores industriales del país. Dentro del propio sector eléctrico destacan desafíos urgentes en la cadena de baterías, el fin de vida útil de paneles solares, el reciclaje especializado y la presión creciente sobre materiales estratégicos como aluminio y cobre. En conjunto, estos elementos confirman la existencia de cuellos de botella sistémicos que solo pueden abordarse desde un enfoque completo de ciclo de vida, integrando extracción, manufactura, operación y disposición final.
Las empresas priorizan los beneficios de la sostenibilidad a partir de criterios operativos: primero la eficiencia económica, seguida de la reducción de impactos ambientales, la gestión reputacional, la innovación, los incentivos tributarios, la extensión de vida útil de activos y el bienestar social. Esta jerarquía muestra que la transición sostenible avanza cuando está vinculada a métricas de retorno de inversión y eficiencia, lo que facilita su adopción sin alterar la estructura financiera.
Los principales desafíos identificados incluyen los costos iniciales de las tecnologías sostenibles, la dificultad para escalar pilotos, la resistencia cultural al cambio, la falta de conciencia de usuarios finales, la insuficiencia de infraestructura para residuos y baterías, la ausencia de normativas para paneles solares al final de su vida útil y la capacidad técnica limitada para desarrollar materiales sostenibles. A ello se suma una gobernanza fragmentada y dificultades para establecer metas ASG compartidas con proveedores y clientes, lo que limita la transformación de la cadena de valor.


Las conclusiones técnicas posicionan al sector energético en una etapa de madurez intermedia: con avances tangibles en eficiencia y renovables, pero con brechas importantes en economía circular, residuos, biodiversidad y articulación institucional. La biodiversidad emerge como un eje prioritario con alta intención, pero baja capacidad técnica, junto con una creciente necesidad de métricas y estándares para medir y reportar desempeño ASG de manera rigurosa.
Finalmente, el estudio sugiere una ventana estratégica para impulsar soluciones regionales basadas en economía circular avanzada, tecnologías de almacenamiento sostenible e infraestructura alineada con la naturaleza. La cadena eléctrica actúa como un multiplicador: cualquier innovación adoptada se replica rápidamente en construcción, manufactura, movilidad y agroindustria, maximizando su impacto.



En este contexto, las organizaciones pueden avanzar implementando análisis de ciclo de vida para materiales críticos, adoptando estándares de biodiversidad, fortaleciendo la gobernanza ASG e integrando metas verificables en sus planes de transición energética. Las alianzas con actores especializados permitirán desarrollar soluciones basadas en la naturaleza que generen valor ambiental, social y operacional.
Para las empresas que buscan avanzar hacia operaciones más sostenibles y alineadas con las normativas actuales y futuras, Delta Eco ofrece modelos, herramientas y soluciones diseñadas específicamente para la cadena de valor del sector energético. Solicitar un diagnóstico técnico representa el primer paso para acelerar una transición sólida, medible y estratégica.
Sustainability Survey
The FISE 2025 Sustainability Survey provides a precise snapshot of the progress of Environmental, Social, and Governance (ESG) factors in the electricity and energy sector. The results show a scenario where renewable energies have reached a significant level of maturity, while the circular economy, waste management, and biodiversity integration remain in the early stages of consolidation. The sample, comprised of electrical manufacturers, distributors, retailers, engineering firms, renewable energy providers, metalworking companies, trade associations, and certification bodies, allows for a cross-sectional view of the energy ecosystem. Approximately 15% of respondents held management positions, and nearly 75% came from technical, operational, and commercial areas, giving the analysis a focus on feasibility, operating costs, and business opportunities, positioning sustainability as a practical component rather than merely a regulatory one.

This institutional diversity allows for the identification of sectoral trends that transcend isolated perspectives and reflect how ESG criteria are integrated at different stages of the energy system. In renewable energy, established practices such as the integration of photovoltaic and wind power systems, the use of storage solutions, the hybridization of energy sources, and smart metering are observed. Progress in energy efficiency and carbon footprint reduction is also reported. However, a high dependence on imported technologies and a low standardization of indicators persist, highlighting opportunities to strengthen comparability and technical monitoring of energy performance.
In the circular economy, the sector shows initial progress in hazardous waste disposal, reuse of dielectric oils, and equipment refurbishment. Nevertheless, these practices remain fragmented and do not yet constitute a comprehensive circular system. The most critical gaps lie in battery and electronics management, the lack of complete value chains, and limited material traceability. This underscores the need to develop capabilities in remanufacturing, the recovery of critical metals, and other advanced processes, which are especially relevant given the rapid growth of energy storage technologies.
The study also highlights progress in electrical biosecurity through the installation of insulators, covers, and wildlife protection devices on medium-voltage power lines. Even so, the sector lacks standardized methodologies to measure the real impact of these interventions on biodiversity. This, coupled with the almost unanimous interest in integrating conservation criteria—25 out of 26 participants—confirms the gap between intention and the technical capacity to implement it. This presents opportunities to incorporate tools such as habitat banks, structured wildlife monitoring, and nature-based solutions that strengthen ESG performance and reduce operational risks.
In terms of governance, although ISO certifications, codes of ethics, and sustainability reports are reported, the adoption of ESG practices remains heterogeneous and poorly coordinated across technical, financial, and environmental areas. This fragmentation limits the capacity to design comprehensive strategies, as well as the implementation of monitoring systems based on verifiable metrics. The analysis also identifies external economic sectors with critical gaps—construction, metalworking, agribusiness, food, automotive, textiles, and hydrocarbons—reinforcing the interdependence between energy infrastructure and the country’s main industrial drivers. Within the electricity sector itself, urgent challenges stand out in the battery supply chain, the end-of-life of solar panels, specialized recycling, and the growing pressure on strategic materials such as aluminum and copper. Taken together, these elements confirm the existence of systemic bottlenecks that can only be addressed through a comprehensive life-cycle approach, integrating extraction, manufacturing, operation, and final disposal.



Companies prioritize the benefits of sustainability based on operational criteria: first economic efficiency, followed by the reduction of environmental impacts, reputational management, innovation, tax incentives, extending the useful life of assets, and social welfare. This hierarchy shows that the sustainable transition progresses when it is linked to return on investment and efficiency metrics, facilitating its adoption without altering the financial structure.
The main challenges identified include the upfront costs of sustainable technologies, the difficulty of scaling up pilot projects, cultural resistance to change, lack of end-user awareness, and insufficient
Elaborado por
Alejandro Sánchez Ortiz
Director Delta Eco.
+57 3192140518